Habían pasado 17 años de su derrocamiento. Años de fallidos intentos de borrar su huella a fuerza de proscripciones y decretos, de persecuciones y fusilamientos. Muchos eran los caídos: los de José León Suárez en el ‘56, los del Cordobazo, los de Trelew unos meses antes de su vuelta. También había sido inaugurada en 1962 la horrorosa categoría de “desaparecido” con el secuestro de Felipe Vallese, obrero metalúrgico y delegado gremial.
17 años de Resistencia que permitieron que los verbos luchar y volver se conjugaran en un mismo grito, silencioso pero incontenible, prohibido pero más vigente que nunca en paredones de fábricas y baldíos. “Luche y Vuelve” era, en aquel entonces, la síntesis perfecta de obreros y estudiantes. Era la bandera que recogía la juventud de su generación predecesora.
Esa mañana del 17 de noviembre de 1972, quien alguna vez fuera llamado “El Monstruo” por Jorge Luis Borges, regresó al país tras su exilio en España y el mito se convirtió en realidad. Y no sólo se trataba de Perón, sino del sueño de una Patria Liberada.
Juan Manuel Judez
"Perón. Sinfonía del Sentimiento" (Leonardo Favio)
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