21 de septiembre de 2009

Por una nueva ley de Medios: ahora le toca al Senado


En la madrugada del pasado jueves, 147 votos afirmaron la voluntad política del gobierno nacional de impulsar una ley de medios de la democracia y terminar con el Decreto-Ley de la última dictadura militar: “la espantosa 22.285”.

El Proyecto-Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual ya cuenta con media sanción de la Cámara de Diputados y ahora deberá ser tratada en el Senado en 15 días.

Según fuentes del oficialismo, ya contarían con 38 senadores a favor de la ley que le permitiría al gobierno convocar la sesión para tratar el proyecto, y no se descarta que el texto sufra algunas modificaciones para ampliar el respaldo y fortalecer el consenso.

Así, se estima que el 7 de octubre el Senado sea el escalón final para que el proyecto tome fuerza de ley y el kirchnerismo demuestre que aún conserva la iniciativa política, a pesar de la ajustada derrota electoral sufrida el 28 de junio de este año.

En los pasillos del Congreso se escuchó decir a un militante puro del kirchnerismo: “Y ustedes hablan de que se nos agotó el tiempo, que estamos en retirada, que entramos en agonía y que por la derrota electoral no íbamos a mandar la ley de medios. Muchachos, ¿y ahora de qué se van a disfrazar?”.

Las negociaciones de último momento con los legisladores del socialismo permitieron que estos acompañen el proyecto y logró una clara victoria política hacia adentro del partido liderado por Hermes Binner, actual gobernador de Santa Fe, frente a Rubén Giustiniani.

No se de qué se trata pero me opongo

Mientras tanto la oposición atacó frente a las cámaras de televisión y no desde sus bancas -lugar que la sociedad les entregó cuando los votó- a la futura ley de medios, demostrando así que con frases vacías quería esconder la incapacidad para leer el proyecto.

Las frases elegidas por la oposición, ideadas por asesores que confunden la política de los medios con la mediatización de la política, fueron: “Es una desprolijidad cómo se convocó a la sesión”, “ésta es una ley mordaza”, “Kirchner tendrá pleno control sobre los medios”, “quieren callar a la oposición y terminar con la prensa independiente” o que “la prensa es el cuarto poder que investiga y denuncia los hechos de corrupción de los políticos”, entre otros tantos descalificativos.
Estas declaraciones frente a las cámaras de televisión no hacen más que confirmar que la voluntad política del oficialismo le ganó, por ahora, a las presiones de las entidades periodísticas -como ATA Y ARPA- y a las presiones de los editores de los medios que digitaban desde sus pomposas oficinas qué diputado tenía aire y cuál no.

Desde este blog, ya lo anunciamos y vale la pena reiterarlo: LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN NO SON ESPEJOS DE LA REALIDAD, NI REFLEJO DE LO QUE PASA EN LA CALLE, NI MUCHO MENOS HACEN TAPA CON LO QUE OTROS QUIEREN TAPAR. Los medios son empresas políticas con intereses económicos.

Ahora es el momento en que el Senado se expida sobre el proyecto. Mientras eso ocurre, las pintadas en la ciudad avisan que si el vicepresidente debe decidir nuevamente, se multiplicarán los escraches que dejó la Resolución 125.

Aún se puede leer en algunas paredes de la ciudad: “Cobos traidor, saludos a Vandor” o la que sostiene: “un valium para Clarín”. No son latiguillos de campaña, ni mucho menos frases intimidatorias. Es la clara expresión de una parte de la sociedad, ni más ni menos.

Por último, Argentina es conocida en el mundo por muchas cosas: por el dulce de leche, por Carlos Gardel, por tener seis golpes de Estado en 100 años de historia política, por un líder que se refugió en Madrid y regresó al país después de 18 años de proscripción, por militares que pusieron los fusiles para matar a los propios ciudadanos, por enjuiciar a los asesinos que cometieron el terrorismo de Estado y por el gol de Diego Maradona a los ingleses.

A esta reducida lista hay que agregarle que un vicepresidente sea el referente de la oposición al gobierno que lo llevó en su fórmula.

Sr. Montonero Grondona...


“El Gobierno pagó 600 millones de pesos para la televisación del fútbol”, “TyC iniciará acciones legales millonarias”, “¿Fútbol gratis?”, “Pasó una semana y el nuevo contrato sigue sin aparecer…”

Con titulares como estos el Grupo Clarín fue tratando el tema de la compra de derechos de televisación del fútbol argentino por parte del Estado y su consiguiente traspaso de la TV-cable a la TV abierta. Como uno de los principales actores involucrados en la rescisión del contrato entre la AFA y la empresa Televisión Satelital Codificada (TSC), el mencionado grupo puso en funcionamiento sus estrategias de manipulación para hacer creer que esta medida (que por naturaleza contribuye a democratizar la información) es una incorrecta y autoritaria intromisión del Estado en la arena mediática.

Sin embargo, lo que el Grupo Clarín está omitiendo decir (y no inocentemente) es el hecho que acaba de perder uno de sus más importantes generadores de ganancias, esto es, la exclusividad en la transmisión de los partidos de fútbol de Primera División. En realidad esto no es nuevo: ya estamos acostumbrados a este tipo de maniobras realizadas por éste y otros multimedios, con el objeto de disfrazar las verdaderas causas y móviles de un suceso y los verdaderos intereses que están en juego. Tomemos un ejemplo paradigmático: al día siguiente del asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán (26/06/2002) en la estación Avellaneda, el diario Clarín tituló la noticia como “La crisis causó dos nuevas muertes”, como si hubiese sido la “crisis” la que disparó a quemarropa sobre los dos militantes y no hubiese habido nadie que diera la orden de reprimir la manifestación popular.

Para entender cómo se llegó al pasado martes 11 de agosto, noche en que se comunicó la rescisión del contrato, es preciso que revisemos la historia de la relación entre estos actores. El 19 de abril de 1991, se celebró el primer acuerdo entre la AFA y la empresa TSC (de la cual son propietarios en partes iguales Torneos y Competencias y el Grupo Clarín), sin previa licitación. En aquel entonces se estipuló que se transmitiría un partido en directo los días viernes (y otro los domingos, pero en diferido). Al año siguiente se agregó el partido de los sábados y dos años más tarde se sumó un tercer encuentro. Paulatinamente entonces, la AFA fue cediendo los derechos de televisación del fútbol de Primera División hasta llegar al último contrato que data del 22 de junio de 2007, en el cual se establece la transmisión de los diez partidos de cada jornada. En medio de todo este proceso hubo varios “tira y afloje” para fijar las cifras de los convenios, sobre todo desde fines de 1999, momento en que se acordó que la AFA y TSC dividirían las ganancias en partes iguales.

Hasta aquí entonces, los principales actores: la empresa TSC (TyC, Carlos Ávila en su momento, Grupo Clarín, Ernestina Herrera de Noble, Héctor Magnetto, etc.) y una AFA cómplice (Julio Grondona y los dirigentes de los clubes). Tal vez parezca una obviedad mencionar estos datos pero en verdad echan luz sobre la cuestión y en este caso, por tratarse de un bien público (el fútbol), deberíamos exigir la misma transparencia y ser igual de rigurosos con las empresas privadas así como lo somos con el Estado y sus funcionarios.

Muchas veces que el Estado interviene en ciertos temas, existe una reacción automática, sobre todo proveniente de la llamada “clase media”, manifestando su descontento con “lo que hacen con el dinero de sus impuestos”. Estoy de acuerdo con exigir transparencia y eficiencia en la administración de lo recaudado pero a veces parece que a estos sujetos les molestara pagar impuestos, es decir, contribuir para el bien común. De otra manera no se explica por qué se empecinan en remarcar, en cada ocasión que pueden hacerlo, que ellos “pagan sus impuestos”. Quizás crean que en lugar de tratarse de una contribución, se tratara de una relación comercial entre un Estado-empresa de servicios y un ciudadano-cliente que, como tal, exige “satisfacción garantizada o devolución del dinero”.

Precisamente uno de los argumentos que utilizó parte de la oposición para criticar la medida tomada por el gobierno respecto del fútbol, fue el de la existencia de cuestiones “más importantes” que ésta para destinar los fondos públicos. Principalmente se hizo referencia a la pobreza (en algunos casos, de manera muy hipócrita). Es cierto que la pobreza es más importante, eso no está en discusión, sin embargo ¿por qué sólo atender las necesidades materiales? ¿Por qué no contemplar también las necesidades culturales?

Además, las declaraciones de la oposición insinúan que el gobierno no se ocupa de ese problema (“el escándalo de la pobreza” como les gusta decir, adhiriendo a las palabras del Papa Benedicto XVI). Una vez más, se trata de una mentira para desprestigiar al gobierno dado que, justamente, en la misma semana en que anunció el nuevo convenio con la AFA, la presidenta Cristina Fernández presentó un plan de creación de 100 mil puestos de trabajo (cuyo presupuesto inicial será de 9 mil millones de pesos) que, obviamente, también fue criticado por Unión-PRO, la UCR y la Coalición Cívica. Parece que el único proyecto común de estos partidos es oponerse a cualquier tipo de medida (en el resto de los temas no logran ponerse de acuerdo). Y miren qué ambigüedad: Francisco De Narváez criticó el convenio del fútbol pero el canal América (de quien él es el principal accionista) fue el único canal privado, hasta el momento, que acordó la transmisión de dos partidos en la segunda fecha del torneo y otros dos en la tercera.

El periodista Jorge Lanata se plegó a la catarata de críticas y preguntó “¿Por qué no impulsar el libro en lugar del fútbol?”, desconociendo los fondos que destina el Estado para el financiamiento de las bibliotecas populares. En sintonía con esta crítica, en uno de los tantos foros de la Web, un gorilesco internauta declaró: “Esto es la política del peronismo: ‘alpargatas sí, libros no’”, reproduciendo un viejo mito de la etapa de “desperonización” de la sociedad, abierta a partir de la “Revolución Libertadora”. En realidad, la frase en cuestión sí existió pero no hacía alusión a una política cultural sino a la antinomia entre los trabajadores rurales (favorecidos con el “Estatuto del Peón de campo”, sancionado en 1944) y los estudiantes y profesores universitarios (críticos del régimen). Al caer el peronismo, se utilizó la frase para demonizarlo. Parece entonces que al que le falta libro es a este internauta (“boludear en Internet sí, libros no”).

Otro periodista, Víctor Hugo Morales, se manifestó a favor de la medida tomada por el gobierno (vale aclarar que en varias otras oportunidades él ha sido crítico del kirchnerismo y es desde hace años, el “enemigo íntimo” de Julio Grondona). Sostuvo que el fútbol es un negocio formidable y que “bien hechas las cosas, el fútbol va a ganar más de 600 millones por año y el Estado tiene la posibilidad de alzarse unos 1000 ó 1500 millones”. La pregunta entonces es la siguiente: ¿por qué dejar en manos privadas algo que puede ser tan económicamente beneficioso?

Pensando el tema ya no en términos económicos sino sociales, esta intervención del Estado contribuye a garantizar el derecho a la información. El problema es que luego de tantos años de fútbol codificado, se ha naturalizado que ver fútbol es un “lujo” por el que hay que pagar, y el que no puede hacerlo, tiene “la radio que se ve”: esos programas para “televidentes pobres” en los que se muestran las tribunas mientras se escucha el relato del partido, algo muy bien definido por el periodista Alejandro Apo como una “metáfora de la exclusión”.

Además, la medida tomada por el gobierno también constituye una ayuda financiera para los clubes, los cuales son asociaciones civiles en donde pueden desarrollarse muchísimas actividades sociales y deportivas (además del fútbol), algo nada desdeñable, por ejemplo, como espacio de contención para niños y adolescentes.

Podemos decir entonces que la iniciativa gubernamental si bien tiene algo de “ajuste de cuentas” con el Grupo Clarín (y que sirve de trampolín para instalar el debate sobre el Proyecto-Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual), principalmente contribuye a la recuperación del histórico rol del Estado como garante de derechos, recuperación que viene gestándose desde 2003.

J.M.J.