17 de noviembre de 2010

Ejército Popular


Habían pasado 17 años de su derrocamiento. Años de fallidos intentos de borrar su huella a fuerza de proscripciones y decretos, de persecuciones y fusilamientos. Muchos eran los caídos: los de José León Suárez en el ‘56, los del Cordobazo, los de Trelew unos meses antes de su vuelta. También había sido inaugurada en 1962 la horrorosa categoría de “desaparecido” con el secuestro de Felipe Vallese, obrero metalúrgico y delegado gremial.

17 años de Resistencia que permitieron que los verbos luchar y volver se conjugaran en un mismo grito, silencioso pero incontenible, prohibido pero más vigente que nunca en paredones de fábricas y baldíos. “Luche y Vuelve” era, en aquel entonces, la síntesis perfecta de obreros y estudiantes. Era la bandera que recogía la juventud de su generación predecesora.

Esa mañana del 17 de noviembre de 1972, quien alguna vez fuera llamado “El Monstruo” por Jorge Luis Borges, regresó al país tras su exilio en España y el mito se convirtió en realidad. Y no sólo se trataba de Perón, sino del sueño de una Patria Liberada.

En honor a quienes participaron de esa lucha y, en muchos casos, hasta dieron la vida, se recuerda esa fecha como el Día del Militante. Desde este espacio nos plegamos al homenaje y también hacemos un reconocimiento a esa otra comunicación: la contra hegemónica, la de las comisiones internas de las fábricas, la de la prensa clandestina, la de los paredones, la que posibilitó que el movimiento no sucumbiera pese a tanta adversidad.

Juan Manuel Judez


"Perón. Sinfonía del Sentimiento" (Leonardo Favio)

4 de noviembre de 2010

Autocrítica


Cerrando esta suerte de recopilación de análisis acerca de la muerte de Néstor Kirchner, que intentamos hacer desde este espacio y, sabiendo que hemos dejado afuera muchos otros artículos, reproducimos aquí la nota que publicara Pablo Llonto en el portal Diarioregistrado.com el pasado martes.


PERDÓN FLACO

Lo que te puteamos Flaco. Las cosas que dijimos de vos cuando en la imbécil tentación del engreído revolucionario decíamos de vos, el monigote de Duhalde. Las marchas que te hicimos. Queríamos decirles a los argentinos que estabas dilapidando nuestra plata dándosela en bandeja al FMI.

Cuántas palabras envueltas en desprecio y sorna. Instruidos en las sabias esgrimas marxistas, enumerábamos los siniestros enemigos de los que te rodeabas. Casi, casi, te ordenábamos que fueses puro. Como nosotros.

En los rudos textos, en las vehementes intervenciones radiales, despedazamos tus confusas relaciones con el poder. Claro que sí, qué otra cosa era un hombre saludando a Bush con una sonrisa. No prestabas atención a nuestra pedagógica manera de llevar adelante el protocolo.

El propósito era que nos escuchases. Que leyeras nuestros volantes, nuestros afiches, nuestras banderas. Tenías que hacerte, de un día para otro, justiciero expropiador de todos los sinvergüenzas.

Tenías que rendirte ante nuestras luchas.

Queríamos ser testigos de un milagro que honrara a nuestros santos leninistas: la conversión acelerada de un político burgués a tigre trotskista, como aquel que posa en nuestros posters. Queríamos verte echando a todo tu staff, tus ministros, tus amigos, tu familia, desprendiéndote de cuentas bancarias, bienes, alquileres. Si era posible Flaco, tenías que tirar los mocasines y la birome Bic. Y desafiliarte del PJ.

Un día, Flaco, nos enteramos que hablabas en la ESMA. Que entrabas allí con las viejas y con los hijos. Pedazo de oportunista, dijimos. Luego, procuramos escuchar bien aquello que decías. "Como presidente de Argentina, vengo a pedir perdón en nombre del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades".

Carajo. Exasperabas nuestra incredulidad eterna. De pronto, un presidente argentino, de la Casa Rosada, les pedía perdón a las Madres; a las mismas Madres que un tiempo atrás (diciembre 2001) habían sido gaseadas, mojadas, arrojadas a caballos por los infames de la Casa Rosada.

Ebrios de indiferencia, pensamos que debíamos aplaudir ese gesto, no más de 24 horas. No podíamos ser aventurados en el elogio. No tolerábamos que no cumplieras, una a una, todas nuestras utopías.

Ni cuando aprobaste la jubilación para los que no tenían aportes. Incluida nuestra vieja, y nuestra suegra.

Ni cuando le brindaste a Chávez, y a otros, el escenario adecuado para mandar a la misma mierda, el asesino ALCA. Ni cuando le sacaste el fútbol de las manos al pulpo eterno. Ni cuando quisiste poner un poco de justicia con la 125 cumpliendo tu máxima peronista de llegar al fifty fifty. Ni cuando desafiaste a Clarín y sus tentáculos. Ni cuando ideaste el final del monopolio de Papel Prensa.

Ni cuando impulsaste el matrimonio igualitario. Ni cuando te enojaste con las claudicaciones de la ex intachable Corte. Ni cuando apagaste las privatizaciones de Aerolíneas, el saqueo de las AFJP, el choreo macrista del Correo.

Ni cuando te extenuaron los impostores, los Alberto Fernández, los Lavagna, los Solá, los Cobos, los Pedraza.

Ni cuando apoyabas una ley que resolviera un cacho de participación en las ganancias. Ni siquiera cuando tu última opinión sobre los burócratas sindicales contenía una frase premeditada: “hay que dar con el último de los autores intelectuales del crimen de Ferreyra”. Ahora que estás en Santa Cruz, rodeado de los combativos mineros de Río Turbio que adorábamos en los 90, ahora es como un poco tarde, Flaco.

Queríamos decirte simplemente que los anarquistas somos, a veces, muy de vez en cuando, un laberinto de contradicciones. Y que pensábamos votarte. Era nuestra mínima y secreta manera de pedirte perdón.

2 de noviembre de 2010

La Plaza y la exigencia


Intentando seguir sumando aristas al análisis de la muerte de Néstor Kirchner y el porvenir, dejamos aquí el enlace para escuchar un fragmento del programa La mar en coche, de FM La Tribu, en el cual se plantea la imposibilidad de apoyar a la Presidenta Cristina Fernández sin dejar de exigirle el esclarecimiento del caso de Mariano Ferreyra y la profundización del modelo. El audio se titula La Plaza del miércoles.

1 de noviembre de 2010

"Mi momento más doloroso"



1º de noviembre de 2010. Primer discurso de la Presidenta Cristina Fernández luego de la muerte de su esposo y compañero, el ex-Presidente Néstor Kirchner.
Conmovedoras palabras de agradecimiento a la multitud de manifestantes que en todo el país se movilizó para brindarle su apoyo.