30 de abril de 2010

Ahora, a la Justicia

El economista José Alfredo Martínez de Hoz no podrá salir del país por orden del Juez Federal Norberto Oyarbide. Además, con la decisión de la Corte Suprema de Justicia, deberá dar las explicaciones que correspondan por el secuestro extorsivo del empresario Federico Gutheim y su hijo Miguel Ernesto, ocurrido en noviembre de 1976.

Desde este espacio festejamos la decisión de la justicia para que este hombre explique que pasó con el empresario que fue detenido mediante un decreto firmado por Jorge Rafael Videla. Si la Justicia prueba su inocencia, el hoy anciano podrá continuar con su vida cotidiana. En cambio, si las pruebas demuestran que tuvo responsabilidad en el secuestro de los Gutheim, deberá quedar preso en una cárcel común, como están Videla y Reynaldo Bignone, este último, condenado el pasado 20 de abril a 25 años de cárcel por ser el responsable del secuestro, tortura y desaparición de varios compañeros militantes.

Estimado Martínez de Hoz: no gaste su dinero en solicitadas en los grandes monopolios de información. Usted no es un perseguido político y el gobierno poco tuvo que ver en la decisión de la Corte. Piense, reflexione, busque un buen abogado y enfrente a la Justicia.

Cuando la oveja negra se reproduce, el pastor entra en pánico

Mucho se ha hablado últimamente del programa televisivo “678” (Canal 7). Elogios y críticas, vivas y detracciones, amores y odios. Quienes lo ven, se reivindican integrantes de “la mierda oficialista”; quienes no, se justifican diciendo que es “propaganda del Gobierno”. Sin dudas estamos ante un producto televisivo interesante para el análisis.

Algunas preguntas que podemos hacernos: ¿por qué este programa genera opiniones tan opuestas? ¿Cómo puede tener más de 150 mil seguidores en Facebook y a la vez recibir duras críticas de parte de periodistas, intelectuales y público en general?

El fenómeno 678

678 reúne ciertos elementos que lo ubican dentro del género de programa periodístico: un moderador, panelistas, informes de actualidad y debate. Lo que lo diferencia de otros programas del género y que es, a mi entender, su principal atractivo, es la lectura crítica que realizan sobre el discurso de otros medios de comunicación. Ésta, por otra parte, se articula con una función pedagógica no declarada: la de enseñar al televidente a leer “entre líneas”, a no quedarse con una sola información y a relacionar el discurso informativo con la propiedad de los medios. Además se remarca que todo discurso es subjetivo y toda noticia, una construcción que responde a diferentes intereses.

Una de las críticas más recurrentes que se le hacen al programa es la de invitar sólo a personalidades oficialistas o que piensan como ellos. Esta idea es falsa si tenemos en cuenta que en reiteradas pasaron por el programa legisladores de la oposición. Entre otros se pueden mencionar a Ricardo Alfonsín (UCR), Margarita Stolbizer (GEN), Carlos Raimundi (SI), Martín Sabbatella (Nuevo Encuentro) y Luis Zamora (Autodeterminación y Libertad), actualmente sin cargo político.

En algunos encuentros se vieron fuertes cruces entre panelistas e invitados como el de Victoria Donda (Libres del Sur) y Orlando Barone, respecto a la denuncia penal que la diputada le realizó a Cristina Fernández por el uso de reservas para pagar la deuda. O también el que protagonizaron Torcuato Di Tella y Sandra Russo, acerca de si era o no momento de discutir una nueva Ley de Medios: el sociólogo sostenía que existían cuestiones más urgentes que atender, poniéndose a la altura de Mauricio Macri, Francisco De Narváez y Julio Cobos quienes utilizaban ese mismo argumento en su estrategia dilatoria.

Algunos críticos extienden la anterior objeción a toda la programación de canal 7, atribuyéndole ausencia de pluralidad y acusando al Gobierno de adueñarse de la tv pública. Un ejemplo es el de Beatriz Sarlo, quien le adjudica al canal un “impertérrito oficialismo” (La Nación, 25/03/10). Desde luego tendrá sus motivos para tal calificación pero evidentemente la escritora sufre de amnesia crónica, de otra manera no se entiende cómo puede escribir para La Nación y Clarín, o salir por TN para la cruzada contra la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, luego de haber sido tan crítica de los monopolios mediáticos hasta mediados de los ’90.

Si bien es cierto que habría que analizar y discutir qué idea de “público” promueve canal 7 y todo el Sistema Nacional de Medios, también es cierto que esta “confusión” entre lo “público” y lo “gubernamental” en el canal se presentó siempre, lo que no le quita responsabilidad a sus actuales directivos.

Sin embargo, esa discusión debería darse en el marco de un debate más amplio, acerca del desigual reparto de todas las frecuencias de televisión y radio y no sólo de las públicas, ya que el espacio radioeléctrico es propiedad exclusiva del Estado, esto es, de todos los argentinos y no de empresas privadas, quienes sólo poseen una licencia para su uso por un plazo determinado. Es decir que en lugar de ensañarse con canal 7, los críticos deberían ser igual de estrictos con el resto de los medios de comunicación. En definitiva, se trata de “una espada de telgopor frente a un gigante de acero”, como le gusta decir al actual titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (ex COMFER), Gabriel Mariotto. De aquí se desprende la importancia de la inmediata aplicación de la nueva Ley de Medios, aprobada por ambas Cámaras en octubre de 2009.

También debemos mencionar que muchos de los que hoy acusan de falta de pluralidad a canal 7, fueron cómplices de su vaciamiento durante el menemismo, época que contrasta notablemente con el presente, en el cual se ofrece una programación variada y de muy buena calidad.

Todo o nada

Volvamos al programa. En el encabezado preguntaba acerca del por qué de las opiniones encontradas. Una respuesta posible podría ser que las visiones maniqueístas que plantean desde el oficialismo y desde la oposición y sobre todo desde los medios hegemónicos, tienen su correlato en 678.

Es cierto que últimamente los conflictos se vienen planteando bajo una recurrente dicotomía: o se está “con el Gobierno” o se está “con la oposición”. Ahora bien, ¿son siempre posibles los matices? Creo que por más que en la mayoría de los casos podamos encontrarlos, existen coyunturas que exigen dejar su análisis para otro momento, con el riesgo que esto implica.

En este sentido, el programa 678 decide correr ese riesgo. La estrategia de polarización y acentuación de las diferencias utilizada, tiene el objetivo de contrarrestar la formación de opinión de los medios hegemónicos. Es decir, al extremar los puntos de vista, 678 motiva en el televidente una mirada crítica hacia los discursos establecidos y así lo incita a asumir un rol activo frente a determinadas cuestiones.

A diferencia de lo que hacen otros periodistas, quienes integran 678 exponen abiertamente sus opiniones y toman posición frente a los distintos temas de la agenda pública, sin ocultarse detrás de las falsas etiquetas de “periodistas independientes” o “periodistas objetivos”. Son estos últimos, justamente, quienes describen al programa como “la muestra más chabacana, zafia, burda y grosera de propaganda oficial que alguien pudiera imaginar” (Perfil.com, 21/04/10).

Como no dudan en manifestarse a favor del Gobierno, los panelistas del programa son tildados de “empleados a sueldo del oficialismo” por la resentida clase media, la cual, rayando lo cómico, se jacta también de pagar estos sueldos con el dinero de sus impuestos. ¿No será el acostumbramiento a tanto discurso “anti-K” la causa de esta paranoia que sólo permite ver arreglos oscuros cada vez que alguien habla bien del Gobierno?

Del “hop-hop” al “Club de la buena onda” y el Facebook

Para terminar, dos puntos a modo de advertencias. El primero en realidad no es mío sino del sociólogo y filósofo Pablo Alabarces quien observó el riesgo que se corre con el “Club de la buena onda”. Según el investigador se estaría próximo al “pum para arriba” de Tinelli y al “hop-hop” de Raúl Portal (o a aquella vida de “Carnaval” y sin desigualdad que nos cantaba Celia Cruz). Está claro que la intención de 678 no es ésta, sino la de hacer foco en “la mitad llena del vaso” y, a su vez, contrarrestar el bombardeo de malas noticias de los medios hegemónicos, para los que lo único importante de la Asignación Universal por hijo son las “largas colas en el ANSES” ("Arriba argentinos", TN). Sin embargo, creo que la advertencia de Alabarces es para tener siempre presente.

El segundo punto se refiere al grupo denominado “678-Facebook” y la movilización del 9 de abril, en reclamo de la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Creo necesario hacer una observación respecto a la calificación de “auto-convocatoria” que tuvo la movilización. En general ese término es utilizado por quienes son reacios a la política o se definen como “ciudadanos comunes” o “a-políticos”, como pretendiendo “estar fuera” sin darse cuenta que están tan adentro como los otros. Estoy seguro que no es éste el caso del grupo 678-Facebook: alcanza con sólo leer parte de las discusiones que se dan en este espacio para darse cuenta. Sin embargo, no me parece apropiado el uso del término, sobre todo cuando se trata de un programa que aspira a derribar los discursos establecidos.

Tampoco creo convenientes pancartas como las que dicen “No venimos por el choripán” ya que, en el intento de contestar a quienes tratan de quitarle legitimidad a las movilizaciones políticas, terminan separándose también de aquellos militantes que son estigmatizados con esas frases. Por lo demás, la movilización merece todos mis elogios.

J.M.J.